Riseup
From Hack Story
Había una vez, un par de enardecidxs veinteañerxs recién salidos de una semana agotadora y eufórica de hermosas protestas contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle. En sus corazones ardientes palpitaba una pregunta, ¿cuál es la mejor manera en que podríamos ayudar a construir movimientos por la justicia en el mundo? Por ser de inclinaciones hackers y tekis, se les ocurrió una idea llamada riseup.net.
Al comienzo, el proyecto proveía de correo y listas a un puñado de colegas que necesitaban vías de comunicación seguras, que no ofrecían algunas de las mismas corporaciones contra las que hacían campañas. Era un proyecto bastante sencillo: lo montamos, lo ciframos y no guardamos registros. Era el año 2000, e Internet aún era muy nuevo.
Según Riseup.net iba creciendo con nuevas incorporaciones al colectivo, así también crecieron las ideas y teorías de por qué los colectivos tecnológicos de base eran una parte esencial de la construcción de un movimiento. Había una conversación en desarrollo de cómo incrustados y arraigados en ella, la tecnología puede acoger sistemas basados en proteger y servir a las necesidades de las personas y no la explotación. Por aquel entonces, todos nuestros servidores estaban repartidos en pisos compartidos y casas de colegas en Seattle, y ocurría a menudo que teníamos que correr en mitad de la noche hasta remotos sótanos para soldar cables y mantener los servicios en funcionamiento.
Miembros del colectivo se fueron. Otros llegaron. A veces con grandes conflictos, cómo se hace entre buena gente que trabaja colectivamente. Hay quién se fue a estudiar posgrado, o se mudó a Canadá, o tuvo hijxs, se casó, se lío con cosas. Mucha gente se fue por un tiempo y regresó cuando de nuevo encontraron lugar para Riseup en sus vidas. Mucha gente se quedó. Mientras tanto, nuestros sistemas y tecnologías crecieron para ofrecer más a nuestras usuarias, que no eran ya solamente nuestrxs colegas, sin también nuestrxs aliadxs en esta cruzada quijotesca.
Movimos nuestros servidores a un lugar más seguro. Hicimos amistad con activistas tecnológicos por todo el mundo, y compartimos herramientas y ancho de banda con colectivos más pequeños para que crecieran. Hicimos un montón de software estupendo, y lo hicimos todo libre y de distribución abierta para el uso de todo el mundo. Fuimos denunciadas por unos tipos religiosos de derechas que no les gustó que nuestrxs usuarixs organizaran un besódromo en su iglesia conservadora. Con abogadxs activistas, pulimos nuestros mejores argumentos, fuimos al tribunal supremo, y rehusamos revelar cualquier información de nuestrxs estupendxs usuarixs. Ganamos el juicio. Seguimos creciendo.
Entonces llego Edward Snowden. De repente las cosas que habíamos anunciado durante años dejaron de sonar a teorías conspiranoicas, y la gente entendió que la vigilancia iba a por todas nosotras. Nuestros usuarios crecieron, y mejoramos nuestra seguridad. Spammers y phishers nos atacaron desde todos los flancos, y respondimos al ataque en una guerra constante y aburrida. Los enemigos encontraron formas truculentas de usar nuestros servicios, y en respuesta montamos la marimorena para encontrarlos y echarlos. Cada año seguimos mejorando, como por ejemplo nuestro almacenamiento de correo cifrado del pasado año. Cada año, seguimos hablando de nuestro por qué y teorizando como la tecnología, siempre cambiante, ocupaba un lugar esencial para reclamar y crear cambio liberador. El viaje en el tiempo siguió a ritmo de sesenta segundos por minuto, y nosotras seguimos expandiendo y profundizando el trabajo que hacemos.
Y aquí estamos, 18 años después (2017).